La Soledad Justificada

martes, 26 de enero de 2010

La Soleadad Justificada















réquiem


I



Todos los objetos de mi casa

hicieron la maleta

y se marcharon.

Los llamé a señas,

los llamé a gritos

con palabras descalzas.

Los vi alejarse,

en procesión,

llenando de murmullos la cuadra.

El suelo se rompió

yo me hundí en el agua.







nudo ciego



XVII



Hago un nudo ciego

y vomito hacia dentro mis palabras;

convulsivas se desgarran la garganta,

se azotan contra mis costillas,

braman.

Les tapo la boca

y me muerden los dedos.

Intento estrangularlas

pero, suicidas, escapan

chorreando entre mis piernas.



nudo ciego



XVIII



Pero

la soledad no se marchó

fue sólo

que ya no pude

volver a tocarla.





I



Todos los objetos de mi casa

hicieron la maleta

y se marcharon

los llamé a señas,

los llamé a gritos

con palabras descalzas.

Los vi alejarse,

en procesión,

llenando de murmullos la cuadra.

El suelo se rompió

yo me hundí en el agua.





IV



El miedo cruzó las piernas

y se arrancó de una en una

las pestañas.

Los manteles,

tanto tiempo

con las alas recogidas

y colgados de las patas,

descendieron a la mesa

y la escoba

taciturna, despeinada

regresó a espiar a las arañas.

El miedo

con el dedo en el bolsillo

se durmió pensando

que el sol es un cangrejo

con las patas muy, muy largas.





VII



La mesa cruje

estira su esqueleto,

quiere encoger las patas,

no sabe si es un perro.

Las puertas,

unas monjas que se alejan

con las manos escondidas,

se miran,

mastican el silencio.

Las sillas murmuran

y nerviosas

se truenan los dedos.

Resignados

los zapatos

se echaron bajo la cama,

mientra…

yo destreipo las sombras

con los dedos.







IX



Miro desde el féretro

a las ventanas encogidas en su marco;

al ropero,

con las tripas afuera

pasearse enajenado,

a las sillas

que han ido a echarse en las esquinas,

a la mariposa que se arrancó las alas

y se lanzó al vacío.

Todos están aquí,

Impenetrables.

Optaron por el silencio

Igual que yo.



I ( Nudo Ciego)



Los domingos

la ciudad,

este mundo abreviado,

duerme.

El sol sale temprano

a platicar con los perros.

La basura florece en las aceras

y la gente saca a orear sus recuerdos.

Los domingos

las calles se embarran de silencio

y en los parques

los amantes se buscan

con los ojos cerrados del deseo.



VIII



Hoy descubrí

tornillos

en la articulación de mis dedos

y mi grito

fluyó en series numéricas.

Ahora entiendo

de donde proviene

ese maldito eco de engranajes

que no me deja dormir.





XVII



Hago un nudo ciego

y vomito hacia dentro mis palabras;

convulsivas se desgarran la garganta,

se azotan contra mis costillas,

braman.

Les tapo la boca

y me muerden los dedos.

Intento estrangularlas

pero, suicidas, escapan

chorreando entre mis piernas.





II ( poemario inédito, aún sin título)



Este caldo

de tuercas con zapatos,

de brazos con amortiguadores,

de hombres que lanzan fuego

por los ojos

y cuervos con alas soldadas a la tierra.

Para ceer en algo

en este cielo con goteras

hay que coser las hojas

a los hombros de las ceibas.



XX



Tierra sin puntos cardinales

de casas con muletas

que se baten en los acantilados,

de cactus que florecen

en la boca de los perros

y amantes que dan en adopción

los platos.

Aquí

El cielo es angosto,

Tanto,

Que los cuervos tapan el sol

Con los dedos.



XXI



Aquí

el día es un andamio sin orillas

donde los gatos conspiran,

irascibles,

contra las antenas.

Las azoteas vigilan,

sin credencial,

nadie se atreve a soñar

con el canto maternal de las ballenas.

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